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  • Foto del escritorOroyelix Lozada

¿Oro? Ni plata, ni bronce: Oro... Oroyelix.

Mi nombre es Oroyelix. Mi primer nombre es el resultado de la creatividad de mi papá. De él saqué su inventiva, encanto y sentido del humor, su nombre es Félix.


De ella heredé la inteligencia y carácter, su nombre es Oromhaika. Mi papá además de conjugar el verbo amar, también lo hizo con sus nombres.


La separación quedaría Oro(mhaika) y (f)élix.


Mi mamá ansiaba un hijo varón que fuese beisbolista, para ser firmado por un equipo en el norte y que el dinero no fuese una preocupación. Fui la primera niña de la familia que empezaba conformarse y a temprana edad manifesté conductas que cuestionaban aquella feminidad social esperada.


Me gustaba el béisbol, pero no podía jugarlo porque había nacido niña. El béisbol es cosa niños. Me encantaba cualquier deporte, pero eso era cosa de niños en aquel entonces.


Se encendían las alertas de mamá, que prefirió ignorarlas e imponerse. Clases de teoría y solfeo, clases de piano. Coro. Clases de pintura.


Su sueño era que me convirtiera en pianista. Concertista. Nada impuesto perdura demasiado. Lo rechacé. Si debo decir que el amor por la música sigue intacto, la siento en cada parte del cuerpo hasta erizarme.


También me dediqué a la pintura, al dibujo. Firmaba “Orito” como pseudónimo. Recientemente me di cuenta que me gusta que me digan así, sobre todo cuando compartía con mi mamá el mismo espacio. A ella también la llaman Oro. Y si ella iba a ser la primera Oro, entonces yo prefería ser Orito.


Mis amigos y gente cercana me llaman Oro. Mi nombre en Uruguay suena ‘oroshelix’ y no me gusta.

__

Las alarmas de mi mamá nunca se apagaron, yo me encargué de ir encendiéndolas aún más conforme pasaban los años. Crecí entendí y acepté que podían gustarme los deportes, la música y las mujeres.


Aquello que mi mamá se encargó de silenciar durante años y obviarlo como quien esconde un elefante en el baño terminó siendo crónicas de una muerte anunciada.


Y no entiendo cómo es que escribiendo la historia de mi nombre salió a relucir esto. Puede que fue la forma literaria en la que he conseguido salir del closet por undecimoindefinida vez.


Gracias papá y mamá por unirse en vida y nombrarme con letras tan auténticas.

Con mi nombre no hay dos. Google y LinkedIn pueden dar fe de lo que te digo.

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